07/03/2011 - ABC.ES - Galicia - Entre brumas - La luctuosa galaica
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07/03/2011 - ABC.ES - Galicia - Entre brumas - La luctuosa galaica
ABC.ES
Galicia
Entre brumas
La luctuosa galaica
Publicado 07/03/2011
Juan Granados
Los gallegos somos los españoles que más impuestos pagamos por esa lamentable y cruel luctuosa que se conoce por impuesto de sucesiones
Entre las cosas nuevas que durante mi estancia en Estados Unidos llamaron mi atención, ninguna me sorprendió tanto como la igualdad de condiciones. Sin dificultad descubrí la prodigiosa influencia que este primer hecho ejerce sobre la marcha de la sociedad, pues da a la opinión pública una cierta dirección, un determinado giro a las leyes, máximas nuevas a los gobernantes
(Tocqueville, «La democracia en América»)
12 de junio de 1776, los patriotas norteamericanos, liderados por el generoso pensamiento de Thomas Jefferson, se dotaron a sí mismos de la carta de derechos de Virginia, madre de todas las constituciones que vinieron después, incluida la francesa. «Todos los hombres han sido creados iguales» redactaba Jefferson entonces, para señalar luego que estos mismos hombres «recibieron de su Creador ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad».
Aquellas palabras señeras puestas sobre papel por los virginianos resultaron ser el aldabonazo de partida para todos aquellos que sentían como ética necesaria la defensa de la dignidad y la libertad del hombre. No se quedaron ahí, el mismo Jefferson, junto con Washington, Adams, Franklin y los demás, se ocupó, a la vez que tenía no menos de siete hijos con su antigua esclava Sally Hemings, de propinar conveniente carpetazo a todas las lacras del Antiguo Régimen: instauró el habeas corpus, hizo eliminar de los presupuestos estatales las dotaciones destinadas al clero, declaró anticonstitucional toda ley contra la extranjería, abolió los delitos de pensamiento, abogó siempre por la función terapéutica de la cultura. Y, en fin, contribuyó a parir un país cuyas instituciones y leyes constituyeron por mucho tiempo espejo para los espíritus libres de todo el mundo. De hecho, «La democracia en América», del siempre brillante Alexis de Tocqueville, se escribió sobre todo como aviso político destinado a señalar certeramente hacia donde debían tender las acciones legislativas en Europa.
Habría que preguntarse dónde ha ido a parar el espíritu de aquellos ilustrados indomables, empeñados en liberarse a sí mismos de las fuerzas oscuras del privilegio y la dominación, cuando vivimos gobernados bajo el triste remedo de aquel coraje ciudadano, donde, lo menos que somos, es iguales ante la ley. Un principio claro y sencillo de entender que se nos niega de forma sistemática en esta ruinosa y fragmentaria España del año tercero de la crisis.
Leo con disgusto en la prensa regional que los gallegos somos los españoles que más impuestos pagamos por esa lamentable y cruel luctuosa que se conoce por impuesto de sucesiones, mientras que el mismo impuesto ha sido prácticamente eliminado en Castilla-León, Valencia, Madrid, País Vasco o Navarra.
Ejemplo enésimo de la desigualdad institucionalizada entre españoles, tristes súbditos sometidos a la más profunda y permanente arbitrariedad de un poder fundamentado en las distinciones que creíamos haber dejado atrás.
Leer aquí: http://www.abc.es/20110307/comunidad-galicia/abcp-luctuosa-galaica-20110307.html
Galicia
Entre brumas
La luctuosa galaica
Publicado 07/03/2011
Juan Granados
Los gallegos somos los españoles que más impuestos pagamos por esa lamentable y cruel luctuosa que se conoce por impuesto de sucesiones
Entre las cosas nuevas que durante mi estancia en Estados Unidos llamaron mi atención, ninguna me sorprendió tanto como la igualdad de condiciones. Sin dificultad descubrí la prodigiosa influencia que este primer hecho ejerce sobre la marcha de la sociedad, pues da a la opinión pública una cierta dirección, un determinado giro a las leyes, máximas nuevas a los gobernantes
(Tocqueville, «La democracia en América»)
12 de junio de 1776, los patriotas norteamericanos, liderados por el generoso pensamiento de Thomas Jefferson, se dotaron a sí mismos de la carta de derechos de Virginia, madre de todas las constituciones que vinieron después, incluida la francesa. «Todos los hombres han sido creados iguales» redactaba Jefferson entonces, para señalar luego que estos mismos hombres «recibieron de su Creador ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad».
Aquellas palabras señeras puestas sobre papel por los virginianos resultaron ser el aldabonazo de partida para todos aquellos que sentían como ética necesaria la defensa de la dignidad y la libertad del hombre. No se quedaron ahí, el mismo Jefferson, junto con Washington, Adams, Franklin y los demás, se ocupó, a la vez que tenía no menos de siete hijos con su antigua esclava Sally Hemings, de propinar conveniente carpetazo a todas las lacras del Antiguo Régimen: instauró el habeas corpus, hizo eliminar de los presupuestos estatales las dotaciones destinadas al clero, declaró anticonstitucional toda ley contra la extranjería, abolió los delitos de pensamiento, abogó siempre por la función terapéutica de la cultura. Y, en fin, contribuyó a parir un país cuyas instituciones y leyes constituyeron por mucho tiempo espejo para los espíritus libres de todo el mundo. De hecho, «La democracia en América», del siempre brillante Alexis de Tocqueville, se escribió sobre todo como aviso político destinado a señalar certeramente hacia donde debían tender las acciones legislativas en Europa.
Habría que preguntarse dónde ha ido a parar el espíritu de aquellos ilustrados indomables, empeñados en liberarse a sí mismos de las fuerzas oscuras del privilegio y la dominación, cuando vivimos gobernados bajo el triste remedo de aquel coraje ciudadano, donde, lo menos que somos, es iguales ante la ley. Un principio claro y sencillo de entender que se nos niega de forma sistemática en esta ruinosa y fragmentaria España del año tercero de la crisis.
Leo con disgusto en la prensa regional que los gallegos somos los españoles que más impuestos pagamos por esa lamentable y cruel luctuosa que se conoce por impuesto de sucesiones, mientras que el mismo impuesto ha sido prácticamente eliminado en Castilla-León, Valencia, Madrid, País Vasco o Navarra.
Ejemplo enésimo de la desigualdad institucionalizada entre españoles, tristes súbditos sometidos a la más profunda y permanente arbitrariedad de un poder fundamentado en las distinciones que creíamos haber dejado atrás.
Leer aquí: http://www.abc.es/20110307/comunidad-galicia/abcp-luctuosa-galaica-20110307.html
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