04/02/2011 - DEIA.COM - Bizkaia - Opinión - Tribuna abierta - Pujol y Mas
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04/02/2011 - DEIA.COM - Bizkaia - Opinión - Tribuna abierta - Pujol y Mas
DEIA.COM
Bizkaia
Opinión
Tribuna abierta
Pujol y Mas
Publicado 04/02/2011
Gorka Knörr, Consultor
El discurso de Jordi Pujol aludiendo a la posibilidad de la independencia demuestra que el cambio de gobierno en Catalunya, a mejor en el caso de su imagen pública, no esconde ni aparta el dilema de fondo que subyace, y que emerge, en la sociedad catalana
HA arrancado ya el nuevo gobierno catalán, del que se esperan sus primeras medidas, y también dónde se colocará en esa línea transversal cada día más visible en la sociedad y política catalanas. La línea de la consolidación del discurso y la praxis independentista. Cuando, en vísperas electorales, yo advertía en una tertulia radiofónica de Onda Vasca sobre esta segunda cuestión, un contertulio me respondió que no entendía nada. Si estábamos en vísperas de unas elecciones y la conformación de un gobierno -en este caso el catalán-, cómo era posible que yo advirtiera de que, siendo ello importante, quizás lo sería tanto o más el saber qué iba a pasar con el discurso de fondo de la sociedad catalana, cada día más inequívocamente partidario de la independencia.
Afortunadamente para aquella mi tesis, no había pasado ni un mes de la toma de posesión del gobierno bipartito de Artur Mas cuando hace unos días Jordi Pujol lanzó a los cuatro vientos, a través de una editorial del Centre d"Estudis que lleva su nombre, un torpedo a la línea de flotación del discurso autonomista. Para evitar otras interpretaciones, traduzco textualmente de su escrito original en catalán: "Podría pasar que de aquí a un tiempo, en el tema de la relación entre España y Cataluña, nos tuviéramos que enfrentar con el dilema siguiente: o la España que ha dibujado el Tribunal Constitucional, bajo la presión descarada del PP, la posición entre ambigüa y bajo mano también contraria del PSOE y el apoyo mayoritario de la opinión pública española, o la independencia".
Tres días antes de esta editorial de Jordi Pujol, se encontró en el aparcamiento de un centro comercial de Herts, cerca de Londres, un coche que había sido olvidado por su propietario, un inglés octogenario llamado Gerald Sanctuary, tres años atrás. En el caso del también octogenario Jordi Pujol, el reencuentro con el discurso independentista ha tardado en llegar más de tres décadas, tras haber constatado que muy posiblemente no resulte viable una interpretación favorable de la Constitución española propiciadora de una estructura del Estado español que permitiera el pleno reconocimiento de la personalidad propia de la nación catalana.
Esta salida del armario autonomista de Jordi Pujol para abrazar las huestes de los cada día más numerosos partidarios de otro horizonte político para Cataluña, llega tras otros muchos pronunciamientos de relevantes personalidades e intelectuales catalanes que apuestan por un futuro soberano para su país. Es cierto que hay matices y acentos diferentes, y no es menos cierto que la hoja de ruta está por escribir. Pero si ya nombres y firmas importantes apuestan por cerrar la etapa autonomista tras los últimos fiascos de la relación con Rodríguez Zapatero -constantando que al otro lado de la mesa no hay federalistas-, el pronunciamiento del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, y la campaña anticatalana que se extiende desde el PP -con Aznar a la cabeza- hasta la cohorte mediática de la derecha extrema española, el pronunciamiento de Pujol añade, sin duda, un elemento trascendental en la corriente de fondo soberanista, por su ascendiente moral sobre el electorado de Convergència Democràtica.
En un entorno de grave crisis económica, hubiera sido concebible que Pujol hubiera recurrido, una vez más, al "no toca", para evitar un pronunciamiento en favor de la independencia y reclamar cerrar filas para hacer frente a la crisis. Pues no, por una vez, el "no toca" lo tendrán que conjugar los dirigentes de las sucursales socialista y popular, respectivamente, diciendo aquello tan manido por las sucursales socialista y popular en Euskadi, de que lo que hay que tener en cuenta es lo que realmente preocupa a los ciudadanos, tratando a los ciudadanos, de paso, como personas inmaduras -que diría Aznar-, que deben contraponer, por decreto del nacional-españolismo, independencia y bienestar económico y social. De manera que el curso político catalán arranca con los ojos puestos en la acción del nuevo gobierno y con el retrovisor puesto en el imparable y transversal ascenso de la opción independentista.
Artur Mas ha comenzado a gobernar. Resulta inútil constatar que su liderazgo se situará a años luz del gris mandato del president Montilla. Mas es un político de raza, que se expresa bien en público, que posee una sólida preparación académica y de gestión pública y que tiene un gran poder en sus manos tras el aval de las urnas. Y dicen que ha intentado hacer un gobierno con los mejores, aunque ha recibido bastantes noes.
Pero lo que realmente importa no son los nombres, sino la acción de gobierno. El propio Mas se estrenó, a mi juicio, con un resbalón, cuando se supo de las cifras del déficit de la Generalitat y apuntó responsabilidades del gobierno saliente. Tardó no más de 24 horas en corregir el tiro y dirigirlo hacia Madrid, pues es tan notorio que España y su solidaridad se llevan el 10% del PIB catalán, como que cuando el gobierno al que ha sucedido Mas llegó a la Generalitat en enero del 2004, se encontró con una situación financiera quasi-límite, y tardó prácticamente dos años en poder equilibrar las cuentas y empezar a poner en marcha sus políticas que, como todas las políticas, necesitan fondos para financiarlas. Y eso que en 2004 todo florecía, no había indicios de crisis económica y las administraciones públicas, incluída la Generalitat, rebosaban de ingresos.
Si la imagen pública de la presidencia de la Generalitat ha cambiado a mejor, produce bastante desconcierto el programa de CiU en las diferentes áreas de gobierno, y muy notoriamente en las carteras de Economía y Conocimiento (a cuyo frente se ha puesto a Andreu Mas Colell, un economista de prestigio), de Educación, y de Empresa y Empleo. Cito estas tres carteras, que me parecen claves, y más en los tiempos que corren. En Economía se propone negociar el pacto fiscal para que Cataluña pueda recaudar todos los impuestos, suprimir el impuesto de sucesiones (que está suprimido en un 90%), revisar los incrementos impositivos adoptados en 2010, reducir el gasto en informes y redactar una nueva ley de ciencia; en Educación se propone cambiar la semana blanca por días de libre disposición de los centros, cambiar igualmente los criterios de prioridad de alumnos en caso de empate, demostrar preferencia por una escuela desde el nacimiento de los niños, poner en marcha un máster para formar directores de centro, y reducir el trabajo burocrático de los maestros; y en el Departamento de Empresa se propone derogar el decreto de equipamientos comerciales, hacer una nueva ley del comercio y servicios de Cataluña (menos mal que dijeron en campaña que no hay que hacer nuevas leyes), impulsar el marco catalán de relaciones laborales, reformar el Servicio Catalán de Empleo, y promover un gran pacto social para luchar contra el absentismo.
Por no hablar de la propuesta del Departamento de Territorio y Sostenibilidad, liderado por el prometedor político y exalcalde de Sant Cugat, Lluis Recoder, de hacer un nuevo pacto nacional de infraestructuras y auditar las actuales, cuando se acaba de salir de una legislatura en la que se aprobó el Pacto por las Infraestructuras, que no podrá cambiarse sin el consenso del PSC, tal como se recoge en el acuerdo de investidura de Artur Mas.
No tengo ninguna duda de que el president Mas va a aplicar unas medidas de austeridad de choque para reducir el déficit. Pero el gran talón de Aquiles lo tendrá en los ingresos; Mas ha pedido públicamente que se mantenga, por lo menos, el nivel de 2010. Sabe perfectamente que un nuevo pacto fiscal o un concierto similar al vasco es una carta a los Reyes Magos, y en la carrera para cambiar apoyos a Zapatero por dinero para su pais, se le adelantó hace tiempo el PNV. Pero tan importante como eso es que sus nuevos consejeros de gobierno nos hablen de qué van a hacer con la economía real, con las empresas que no encuentran financiación por mucho que llamen a la puerta de los bancos, de cómo van a mejorar su competitividad (Mas habla de crear un Departamento de Universidades e Investigación, cuando ha sido con el gobierno anterior el que creó el Departamento de Innovación, Universidades y Empresa, que englobaba esas actividades, integrándolas con la empresa).
A Pujol le ha costado 30 años cambiar el "no toca" por la posibilidad de plantearse la independencia. Pero el gobierno de Mas deberá mejorar a muy corto plazo las propuestas de sus programas departamentales de gobierno, si quiere poner cuanto antes a su país en la senda del crecimiento y el progreso económico.
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Pujol y Mas
Publicado 04/02/2011
Gorka Knörr, Consultor
El discurso de Jordi Pujol aludiendo a la posibilidad de la independencia demuestra que el cambio de gobierno en Catalunya, a mejor en el caso de su imagen pública, no esconde ni aparta el dilema de fondo que subyace, y que emerge, en la sociedad catalana
HA arrancado ya el nuevo gobierno catalán, del que se esperan sus primeras medidas, y también dónde se colocará en esa línea transversal cada día más visible en la sociedad y política catalanas. La línea de la consolidación del discurso y la praxis independentista. Cuando, en vísperas electorales, yo advertía en una tertulia radiofónica de Onda Vasca sobre esta segunda cuestión, un contertulio me respondió que no entendía nada. Si estábamos en vísperas de unas elecciones y la conformación de un gobierno -en este caso el catalán-, cómo era posible que yo advirtiera de que, siendo ello importante, quizás lo sería tanto o más el saber qué iba a pasar con el discurso de fondo de la sociedad catalana, cada día más inequívocamente partidario de la independencia.
Afortunadamente para aquella mi tesis, no había pasado ni un mes de la toma de posesión del gobierno bipartito de Artur Mas cuando hace unos días Jordi Pujol lanzó a los cuatro vientos, a través de una editorial del Centre d"Estudis que lleva su nombre, un torpedo a la línea de flotación del discurso autonomista. Para evitar otras interpretaciones, traduzco textualmente de su escrito original en catalán: "Podría pasar que de aquí a un tiempo, en el tema de la relación entre España y Cataluña, nos tuviéramos que enfrentar con el dilema siguiente: o la España que ha dibujado el Tribunal Constitucional, bajo la presión descarada del PP, la posición entre ambigüa y bajo mano también contraria del PSOE y el apoyo mayoritario de la opinión pública española, o la independencia".
Tres días antes de esta editorial de Jordi Pujol, se encontró en el aparcamiento de un centro comercial de Herts, cerca de Londres, un coche que había sido olvidado por su propietario, un inglés octogenario llamado Gerald Sanctuary, tres años atrás. En el caso del también octogenario Jordi Pujol, el reencuentro con el discurso independentista ha tardado en llegar más de tres décadas, tras haber constatado que muy posiblemente no resulte viable una interpretación favorable de la Constitución española propiciadora de una estructura del Estado español que permitiera el pleno reconocimiento de la personalidad propia de la nación catalana.
Esta salida del armario autonomista de Jordi Pujol para abrazar las huestes de los cada día más numerosos partidarios de otro horizonte político para Cataluña, llega tras otros muchos pronunciamientos de relevantes personalidades e intelectuales catalanes que apuestan por un futuro soberano para su país. Es cierto que hay matices y acentos diferentes, y no es menos cierto que la hoja de ruta está por escribir. Pero si ya nombres y firmas importantes apuestan por cerrar la etapa autonomista tras los últimos fiascos de la relación con Rodríguez Zapatero -constantando que al otro lado de la mesa no hay federalistas-, el pronunciamiento del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, y la campaña anticatalana que se extiende desde el PP -con Aznar a la cabeza- hasta la cohorte mediática de la derecha extrema española, el pronunciamiento de Pujol añade, sin duda, un elemento trascendental en la corriente de fondo soberanista, por su ascendiente moral sobre el electorado de Convergència Democràtica.
En un entorno de grave crisis económica, hubiera sido concebible que Pujol hubiera recurrido, una vez más, al "no toca", para evitar un pronunciamiento en favor de la independencia y reclamar cerrar filas para hacer frente a la crisis. Pues no, por una vez, el "no toca" lo tendrán que conjugar los dirigentes de las sucursales socialista y popular, respectivamente, diciendo aquello tan manido por las sucursales socialista y popular en Euskadi, de que lo que hay que tener en cuenta es lo que realmente preocupa a los ciudadanos, tratando a los ciudadanos, de paso, como personas inmaduras -que diría Aznar-, que deben contraponer, por decreto del nacional-españolismo, independencia y bienestar económico y social. De manera que el curso político catalán arranca con los ojos puestos en la acción del nuevo gobierno y con el retrovisor puesto en el imparable y transversal ascenso de la opción independentista.
Artur Mas ha comenzado a gobernar. Resulta inútil constatar que su liderazgo se situará a años luz del gris mandato del president Montilla. Mas es un político de raza, que se expresa bien en público, que posee una sólida preparación académica y de gestión pública y que tiene un gran poder en sus manos tras el aval de las urnas. Y dicen que ha intentado hacer un gobierno con los mejores, aunque ha recibido bastantes noes.
Pero lo que realmente importa no son los nombres, sino la acción de gobierno. El propio Mas se estrenó, a mi juicio, con un resbalón, cuando se supo de las cifras del déficit de la Generalitat y apuntó responsabilidades del gobierno saliente. Tardó no más de 24 horas en corregir el tiro y dirigirlo hacia Madrid, pues es tan notorio que España y su solidaridad se llevan el 10% del PIB catalán, como que cuando el gobierno al que ha sucedido Mas llegó a la Generalitat en enero del 2004, se encontró con una situación financiera quasi-límite, y tardó prácticamente dos años en poder equilibrar las cuentas y empezar a poner en marcha sus políticas que, como todas las políticas, necesitan fondos para financiarlas. Y eso que en 2004 todo florecía, no había indicios de crisis económica y las administraciones públicas, incluída la Generalitat, rebosaban de ingresos.
Si la imagen pública de la presidencia de la Generalitat ha cambiado a mejor, produce bastante desconcierto el programa de CiU en las diferentes áreas de gobierno, y muy notoriamente en las carteras de Economía y Conocimiento (a cuyo frente se ha puesto a Andreu Mas Colell, un economista de prestigio), de Educación, y de Empresa y Empleo. Cito estas tres carteras, que me parecen claves, y más en los tiempos que corren. En Economía se propone negociar el pacto fiscal para que Cataluña pueda recaudar todos los impuestos, suprimir el impuesto de sucesiones (que está suprimido en un 90%), revisar los incrementos impositivos adoptados en 2010, reducir el gasto en informes y redactar una nueva ley de ciencia; en Educación se propone cambiar la semana blanca por días de libre disposición de los centros, cambiar igualmente los criterios de prioridad de alumnos en caso de empate, demostrar preferencia por una escuela desde el nacimiento de los niños, poner en marcha un máster para formar directores de centro, y reducir el trabajo burocrático de los maestros; y en el Departamento de Empresa se propone derogar el decreto de equipamientos comerciales, hacer una nueva ley del comercio y servicios de Cataluña (menos mal que dijeron en campaña que no hay que hacer nuevas leyes), impulsar el marco catalán de relaciones laborales, reformar el Servicio Catalán de Empleo, y promover un gran pacto social para luchar contra el absentismo.
Por no hablar de la propuesta del Departamento de Territorio y Sostenibilidad, liderado por el prometedor político y exalcalde de Sant Cugat, Lluis Recoder, de hacer un nuevo pacto nacional de infraestructuras y auditar las actuales, cuando se acaba de salir de una legislatura en la que se aprobó el Pacto por las Infraestructuras, que no podrá cambiarse sin el consenso del PSC, tal como se recoge en el acuerdo de investidura de Artur Mas.
No tengo ninguna duda de que el president Mas va a aplicar unas medidas de austeridad de choque para reducir el déficit. Pero el gran talón de Aquiles lo tendrá en los ingresos; Mas ha pedido públicamente que se mantenga, por lo menos, el nivel de 2010. Sabe perfectamente que un nuevo pacto fiscal o un concierto similar al vasco es una carta a los Reyes Magos, y en la carrera para cambiar apoyos a Zapatero por dinero para su pais, se le adelantó hace tiempo el PNV. Pero tan importante como eso es que sus nuevos consejeros de gobierno nos hablen de qué van a hacer con la economía real, con las empresas que no encuentran financiación por mucho que llamen a la puerta de los bancos, de cómo van a mejorar su competitividad (Mas habla de crear un Departamento de Universidades e Investigación, cuando ha sido con el gobierno anterior el que creó el Departamento de Innovación, Universidades y Empresa, que englobaba esas actividades, integrándolas con la empresa).
A Pujol le ha costado 30 años cambiar el "no toca" por la posibilidad de plantearse la independencia. Pero el gobierno de Mas deberá mejorar a muy corto plazo las propuestas de sus programas departamentales de gobierno, si quiere poner cuanto antes a su país en la senda del crecimiento y el progreso económico.
Leer aquí: http://www.deia.com/2011/02/04/opinion/tribuna-abierta/pujol-y-mas
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