10/11/2009 - EXPANSIÓN.COM - Mahler no pagaba impuestos. ¿Importaba?
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10/11/2009 - EXPANSIÓN.COM - Mahler no pagaba impuestos. ¿Importaba?
EXPANSIÓN.COM
Mahler no pagaba impuestos. ¿Importaba?
Publicado 10-11-2009
Martí Saballs
El 21 de diciembre de 1907, Gustav Mahler llegaba a Nueva York para hacerse cargo de la Metropolitan Opera. El suyo fue el primer gran fichaje del siglo pasado. Como cuenta Alex Ross en la magnífica obra El ruido eterno, aceptó ganar 75.000 coronas por tres meses, 220.000 euros en dinero actual: "El salario más alto jamás recibido por un músico." Mahler abandonó Viena "hastiado" de su sociedad y, en parte, para alejarse de su gran rival, el muniqués Richard Strauss. Estados Unidos era entonces una inmensa potencia emergente y sus grandes ciudades competían para atraer las mejores producciones musicales y los grandes talentos. Nueva York rebosaba de dinero. John Pierpont Morgan controlaba Wall Street y mucho más. El paso de Mahler por la Metropolitan fue breve y problemático por diversas razones. La genialidad tiene sus pasivos. Fue sustituido al poco tiempo por Arturo Toscanini y él fue fichado por la Filarmónica de la misma ciudad. Finalmente, Mahler logró triunfar y conquistar a los neoyorquinos. A comienzos de 1911 enfermó. Su estado de salud empeoró gravemente y decidió regresar a Viena, donde murió el 18 de mayo de aquel año. Cuenta Ross que un diario de Berlín afirmó que el director fue "una víctima del dólar, de las exigencias desquiciantes del arte estadounidense." Le faltó añadir: "Suerte que no pagaba impuestos".
Los impuestos a las rentas procedentes del trabajo no empezaron a imponerse hasta 1913, sólo para aquellas personas que ganaban 500.000 dólares al año. Pagaban entre un 1% y un 7%. En total, un 1% de la población. Hasta entonces, los ingresos fiscales en la amplia mayoría de los países procedían de otras fuentes, como aduanas, inmuebles, alcohol, tabaco, goma de mascar (sí, no es un error), propiedades agrícolas y sucesiones. Resumiendo, con la necesidad de financiar la Primera y la Segunda Guerra Mundial y con el desarrollo del estado del bienestar, el panorama fiscal dio un vuelco radical. Trabajar empezó a estar penalizado y la gestión económica de las naciones ya no fue lo mismo desde entonces. Y así estamos en el siglo XXI: debatiendo sobre quién, cómo, cuánto y qué peajes hay que pagar a las administraciones que nos cuidan y babean desde la cuna hasta la tumba.
Este tipo de debate se agrava cuando empiezan las comparaciones. Saltan chispas. Ocurre cuando nos enteramos, por ejemplo, que morirse en algunas zonas de España como Cataluña es mucho más caro que morirse en otras, como en Madrid, por culpa del impuesto de sucesiones. O que una estrella de fútbol extranjero paga menos a Hacienda durante unos años que un jugador español de nivel similar. Además, paga por debajo de lo que haría en la gran mayoría de países europeos. Sobre el impuesto de sucesiones, no acepto el debate. Es insultante. No debería existir en ningún sitio. Bastante pagamos cuando estamos vivos para tener que volver a repetir la jugada. Podía tener sentido a comienzos del siglo XX, pero ahora, más que un impuesto, es un atraco a la dignidad. Sobre todo, a la dignidad del fallecido. Sin embargo, ¿puede y debe un país competir fiscalmente con otros para obtener talento?
Aquí empiezan los grises y las preferencias de cada uno de nosotros. Como ciudadano, firmo ya lo siguiente: que el Estado financie el salario necesario, libre de impuestos, a los cincuenta mejores investigadores mundiales de cáncer para que se instalen en España. Sin límite de tiempo. También firmo poder pagar a los mejores investigadores en nuevas energías; como en otros tantos casos. Imagine pagarlo con el ahorro que supondría eliminar ministerios y consejerías autonómicas inútiles, informes, estudios y otras patrañas donde se amaga, tantas veces, la corrupción y el despilfarro.
Ahora bien, ¿ventajas fiscales para que venga un alto ejecutivo de una multinacional a recortar costes con una segadora gigante? ¿O para que se beneficie un futbolista extranjero? Sobre los Ronaldos y compañía, no estaría nada mal pensar en una armonización fiscal a nivel europeo. Aunque ahora dudo: ¿no son los futbolistas los Gustav Mahler de nuestra época? Suena ligeramente atonal, pero...
Leer aquí: http://blogs.expansion.com/blogs/web/saballs.html?opcion=1&codPost=55589
Mahler no pagaba impuestos. ¿Importaba?
Publicado 10-11-2009
Martí Saballs
El 21 de diciembre de 1907, Gustav Mahler llegaba a Nueva York para hacerse cargo de la Metropolitan Opera. El suyo fue el primer gran fichaje del siglo pasado. Como cuenta Alex Ross en la magnífica obra El ruido eterno, aceptó ganar 75.000 coronas por tres meses, 220.000 euros en dinero actual: "El salario más alto jamás recibido por un músico." Mahler abandonó Viena "hastiado" de su sociedad y, en parte, para alejarse de su gran rival, el muniqués Richard Strauss. Estados Unidos era entonces una inmensa potencia emergente y sus grandes ciudades competían para atraer las mejores producciones musicales y los grandes talentos. Nueva York rebosaba de dinero. John Pierpont Morgan controlaba Wall Street y mucho más. El paso de Mahler por la Metropolitan fue breve y problemático por diversas razones. La genialidad tiene sus pasivos. Fue sustituido al poco tiempo por Arturo Toscanini y él fue fichado por la Filarmónica de la misma ciudad. Finalmente, Mahler logró triunfar y conquistar a los neoyorquinos. A comienzos de 1911 enfermó. Su estado de salud empeoró gravemente y decidió regresar a Viena, donde murió el 18 de mayo de aquel año. Cuenta Ross que un diario de Berlín afirmó que el director fue "una víctima del dólar, de las exigencias desquiciantes del arte estadounidense." Le faltó añadir: "Suerte que no pagaba impuestos".
Los impuestos a las rentas procedentes del trabajo no empezaron a imponerse hasta 1913, sólo para aquellas personas que ganaban 500.000 dólares al año. Pagaban entre un 1% y un 7%. En total, un 1% de la población. Hasta entonces, los ingresos fiscales en la amplia mayoría de los países procedían de otras fuentes, como aduanas, inmuebles, alcohol, tabaco, goma de mascar (sí, no es un error), propiedades agrícolas y sucesiones. Resumiendo, con la necesidad de financiar la Primera y la Segunda Guerra Mundial y con el desarrollo del estado del bienestar, el panorama fiscal dio un vuelco radical. Trabajar empezó a estar penalizado y la gestión económica de las naciones ya no fue lo mismo desde entonces. Y así estamos en el siglo XXI: debatiendo sobre quién, cómo, cuánto y qué peajes hay que pagar a las administraciones que nos cuidan y babean desde la cuna hasta la tumba.
Este tipo de debate se agrava cuando empiezan las comparaciones. Saltan chispas. Ocurre cuando nos enteramos, por ejemplo, que morirse en algunas zonas de España como Cataluña es mucho más caro que morirse en otras, como en Madrid, por culpa del impuesto de sucesiones. O que una estrella de fútbol extranjero paga menos a Hacienda durante unos años que un jugador español de nivel similar. Además, paga por debajo de lo que haría en la gran mayoría de países europeos. Sobre el impuesto de sucesiones, no acepto el debate. Es insultante. No debería existir en ningún sitio. Bastante pagamos cuando estamos vivos para tener que volver a repetir la jugada. Podía tener sentido a comienzos del siglo XX, pero ahora, más que un impuesto, es un atraco a la dignidad. Sobre todo, a la dignidad del fallecido. Sin embargo, ¿puede y debe un país competir fiscalmente con otros para obtener talento?
Aquí empiezan los grises y las preferencias de cada uno de nosotros. Como ciudadano, firmo ya lo siguiente: que el Estado financie el salario necesario, libre de impuestos, a los cincuenta mejores investigadores mundiales de cáncer para que se instalen en España. Sin límite de tiempo. También firmo poder pagar a los mejores investigadores en nuevas energías; como en otros tantos casos. Imagine pagarlo con el ahorro que supondría eliminar ministerios y consejerías autonómicas inútiles, informes, estudios y otras patrañas donde se amaga, tantas veces, la corrupción y el despilfarro.
Ahora bien, ¿ventajas fiscales para que venga un alto ejecutivo de una multinacional a recortar costes con una segadora gigante? ¿O para que se beneficie un futbolista extranjero? Sobre los Ronaldos y compañía, no estaría nada mal pensar en una armonización fiscal a nivel europeo. Aunque ahora dudo: ¿no son los futbolistas los Gustav Mahler de nuestra época? Suena ligeramente atonal, pero...
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