09/11/2009 - Economía - Zona Franca - Capitalismo

Montser Dl 09 Nov 2009, 12:55

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Capitalismo
Publicado 09/11/2009
JORDI Alberich

Desde sus inicios, el capitalismo mostró una capacidad única e indiscutible de generar riqueza. Sus excesos se fueron corrigiendo lentamente hasta acabar por modelar un sistema que ofrece una alternativa económica y social legitimada por las sociedades más avanzadas. En todo ello resulta básico un sistema fiscal que contribuye a corregir las desigualdades; reconocer el mérito, y ofrecer un mínimo de igualdad de oportunidades a todos los ciudadanos. El triunfo de la meritocracia frente a la aristocracia.

Sin embargo, tengo la sensación de que desde hace unas décadas esta compleja arquitectura está empezando a erosionarse. El discurso imperante habla de talento, esfuerzo, riesgo y reconocimiento, pero muchas de las personas que hacen suyo este discurso aplican otros criterios cuando se trata de fiscalidad. Veamos.

Una persona de una comunidad autónoma que ha eliminado el impuesto de sucesiones recibe una herencia de tres millones de euros. El día 2 de enero, dedica media hora a negociar con el apoderado de su entidad financiera cómo invertir dicha cantidad, sin riesgo y con una rentabilidad razonable. Sin trabajar durante el resto del año más allá de esa media hora, puede asegurarse unos ingresos anuales de 100.000 euros. Dado que las rentas del capital se ven gravadas en el 18%, su aportación fiscal rondará los 18.000 euros.

Una persona que no hereda y que, con esfuerzo y asumiendo riesgos, obtiene unas rentas de 100.000 euros efectuará, en concepto de IRPF, una aportación fiscal que rondará los 35.000 euros. Es decir, el que incorpora los valores del buen capitalismo tributa el doble que el heredero rentista. Extraordinario.

Ya sabemos que el capital puede moverse libremente. Muchos dicen que solo pagan sucesiones las clases medias y de determinadas comunidades. Agravios comparativos que no discuto. Pero de ahí a legitimar plenamente el modelo hay una gran diferencia: la que choca frontalmente contra la ética capitalista. Pero se hace prácticamente imposible debatir o defender lo que señalo en esta columna. ¿Hasta cuando será sostenible un discurso meritocrático basado en una fiscalidad aristocrática? No creo que por mucho tiempo.

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