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El anzuelo
Los malditos impuestos
Publicado 18/08/2010
JOSÉ SÁNCHEZ DE LA ROSA

Los impuestos son un arma diléctica en tiempos de elecciones y similares. Si se bajan, la oposición aplaude como loca. Si se aumentan, mala cama tiene el perro. El ministro de Fomento ha planteado una posible subida. Si se trata de un globo sonda, tiene más riesgo que el Phoenix que envió la NASA a Marte. Su argumento ya es conocido: que paguen más los ricos. Dice que nuestra presión fiscal es muy baja y que así no vamos a Europa ni a ningún otro sitio confortable. Se la juega Pepe Blanco, que no es el del 'Cocidito madrileño', sino el del potaje de las infraestructuras.

El impuesto es una palabra sonora, contundente y malsonante por principio. Si anuncian que los van a subir apela uno a la historia y se encuentra con Robin Hood, que en el bosque de Sherwood disparaba unos flechazos envenenados a los recaudadores del rey. Si comentan su bajada abre uno los ojos y se pellizca, por si está soñando, porque se trata de una circunstancia tan improbable como que el administrador que los administre sea un buen administrador, pues no es frecuente hallar uno, digo público, que se gaste los cuartos como Dios manda, y ahí está el detalle de pueblos que fardan más que ingresan y ahora algunos están con el agua al cuello, además de las riadas que soportan.

El ministro destapa la caja de los truenos, que se parece bastante a la de Pandora, y ya han puesto en duda su teoria. Las tasas, tributos y demás agresiones son como una plaga bíblica, como aquellas bandadas de langosta que se comían las cosechas de cereales en tierras que nos son familiares arrasando el campo. Ahora, son los politicos los que se comen las otras langostas, digo esos crustáceos adorables en las mesas de cinco tenedores, donde a los postres estudian cómo joder al personal. El actual catálogo de impuestos es de lo más variopinto, y resulta muy raro que alguno, como quiere la oposición sobre el del valor añadido, se caiga del cartel. En este momento el IVA está tristemente en función; ya saben que es un impuesto indirecto sobre el consumo, que recae al final, como diría Perogrullo, en el consumidor. Tenemos un impuesto de sociedades, otro de sucesiones, y luego están el de donaciones, el de sucesiones patrimoniales y actos jurídicos documentados, también el de patrimonio, el de la renta de las personas físicas, sobre el tráfico de empresas. Incluso es posible que alguno haya cambiado de nombre, aunque siempre serán los mismos perros con distintos collares. Otros impuestos están agazapados en el precio de los cigarrillos, en el alcohol, los carburantes y otros bienes. Y si quieres ver el ultimo estreno en un cine, antes de que le metas mano a la bolsa de palomitas ya te han clavado.

El ministro y se supone que el equipo económico del Gobierno y sus cobradores del frac, insiste en que nuestro apoyo es imprescindible si queremos salir del pozo. La sociedad, maltratada por la contrariedad, acoge con un lógico cabreo cualquier decisión que rasque sus bolsillos. Prefiere gastarse en pipas lo que tiene -no da para más- antes que entregarlo a una Administración que hace tiempo perdió Granada, por decirlo en un tono heroico. Le van a reprochar lo que a Boabdil, y no reproduzco la frase por pudor.

Leer aquí: http://www.laverdad.es/murcia/v/20100818/opinion/malditos-impuestos-20100818.html