22/01/2010 - TIEMPO - Actualidad - Una herencia envenenada

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Una herencia envenenada
Publicado 22/01/2010
ANTONIO RODRÍGUEZ arodriguez.tiempo@grupozeta.es

Para la Casa Real será un problema gestionar la fundación y el dinero cedido en su testamento por el millonario menorquín Juan Ignacio Balada.

No todo es tan bonito como parece. La mayor fortuna de Menorca, valorada en más de 30 millones de euros, ha sido otorgada en testamento a la Casa Real, pero, cada día que pasa desde que el diario Última Hora de Menorca dio a conocer la última voluntad de Juan Ignacio Balada, da la impresión de que a la Corona le ha caído más un quebradero de cabeza que una lluvia de millones.

Para empezar, el Gobierno autonómico de Baleares se convertirá de facto en el principal heredero de la fortuna de Balada, debido a que el impuesto de sucesiones y transmisiones patrimoniales que rige en el archipiélago obliga a los herederos a pagar -en este año 2010- entre el 34% y el 68% del valor de los bienes del inversor menorquín. Sin embargo, esa horquilla sirve de poco en este caso, ya que es casi seguro que deberá aplicarse el máximo grado de tributación: en primer lugar, no existe ningún parentesco entre el fallecido y los herederos; segundo, se supone que el patrimonio de don Felipe y doña Letizia supera los cuatro millones de euros -no obstante, ambos ya han decidido donar su parte de la herencia a proyectos sociales y no sacar provecho particular de este asunto-; y tercero, el de Balada era a todas luces superior a los 797.000 euros.

A ese 68% de la fortuna de Balada que lucrará las arcas públicas de Baleares habrá que añadirle otros gastos en notarios y abogados. Así que de todo el caudal, una vez pagados los impuestos, “puede quedar una suma del 25% y, de esa cantidad, la mitad tiene que ir a la fundación, un montante pequeñísimo que hará mucho más difícil una continuidad en el trabajo”, advierte a esta revista el economista menorquín y consejero del Banco de España Guillem López Casasnovas, aún sorprendido por el contenido del testamento y por el hecho de que el finado no crease en vida la citada fundación, cuyos bienes hubieran quedado a salvo de los impuestos y, en consecuencia, habrían dejado unos fondos que no se tocarían durante varios años. “La consecuencia, a mi juicio impensada por Balada, es que esto acabará fagocitado por el Gobierno de Baleares, al que le ha entregado una bonoloto premiada para reducir su déficit. Es como cuando en el sorteo de Navidad no se vende el décimo premiado y todo va a parar al Estado”, prosigue López.

Incógnitas por desvelar.

Pero, ¿es posible que el acaudalado empresario desconociese cómo funciona el impuesto de sucesiones en la región en la que pasó toda su vida? Difícil de creer, de modo que Balada podría haber ideado esta donación tan extraña “como un toque de atención” para que la gente y la propia Corona visualicen lo injusto que es este impuesto, aunque lo mismo le hubiera ocurrido de haber elegido como únicos herederos a sus primas o amigos más cercanos de Ciutadella, quienes se han quedado ahora con el estigma de no haber recibido nada de este personaje tildado de austero, huraño y que se relacionaba muy poco con sus vecinos.

Otra incógnita que Balada se ha llevado a la tumba es por qué eligió precisamente a los Príncipes y a los ocho nietos de don Juan Carlos y doña Sofía como depositarios finales de su fortuna. Si tan monárquico se sentía, resulta extraño que excluyese deliberadamente a los Reyes y las infantas de su herencia. Es más, no conocía a sus herederos y se le atribuyen comentarios pro republicanos.

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