22/01/2010 - TIEMPO - A bisel - Libertades finales

TIEMPO
A bisel
Libertades finales
Publicado 22/01/2010
Elisa Beni

LO MEJOR, PULÍRSELO TODO antes. Carpe diem. En caso contrario, al menos, poder testar a favor de quien nos dé la real gana. Eso debió pensar el menorquín. Retruécano final de un hombre pobremente millonario. Solo. Sin familia. Sin amor conocido. Sin amigos, según parece.

Ante la llegada de lo inexorable, se olvida de su buscado olvido y consagra misterio y páginas a su memoria. No podía ignorar el impacto que tendrían sus últimas voluntades. Chorro de millones dirigido a extraños: los hijos del jefe del Estado o, si estos lo rechazan, el Estado de Israel. ¡Toma ya! Un poco más y monta un conflicto diplomático como montaba y desmontaba sus radios antiguas. Balada Llabrés: una casa sin nevera, el Cadillac de su padre pudriéndose en la cochera y una mente que no lograremos descifrar.

Quizá tan sólo forjó un toque de atención. Ni monárquico, ni masón, ni Cristo que lo fundó.

Un hombre sin hijos ni familia. Como tantos y tantas. Cada vez más. Decisiones individuales. Nuevas familias. Conceptos de vida que deben doblegarse ante la dictadura civil que obliga a testar como un código polvoriento manda. Esfuerzos de toda una vida chupados por los impuestos a poco que el sucesor no aparezca en las líneas que ascienden o descienden según la ley.

Balada y su aldabonazo. Las sucesiones están pensadas para tiempos pretéritos, para familias estáticas, para situaciones inflexibles. No nos tutelen. El amor y la sangre ya protegen de facto los derechos más lógicos y, sobre el resto, reivindiquemos una última voluntad libérrima. La última.

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