17/08/2010 - NUEVA TRIBUNA.ES - Opinión - Crisis económica, crisis moral
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17/08/2010 - NUEVA TRIBUNA.ES - Opinión - Crisis económica, crisis moral
NUEVA TRIBUNA.ES
Opinión
Crisis económica, crisis moral
Publicado 17/08/2010
Víctor Moreno, Escritor y profesor
Si todo depende de la voluntad de Dios, y nada de los manirrotos y torpes economistas y del sistema productivo, está claro, también, que la economía de Dios es una economía que se ha mostrado más inútil aún para solucionar la crisis moral que nos invade.
El teólogo anglicano Eliseu Vila, economista por más señas, sostenía que la crisis económica, que sigue anegando el bolsillo de los pobres en este comienzo de milenio, se debe a una crisis espiritual de valores. Según este visionario, “cuando eliminamos a Dios de la escena, desaparecen los referentes morales, se debilitan los absolutos, se entra en el relativismo, prima la codicia personal, y el sistema económico se colapsa. La economía está en crisis porque el sistema de valores está en crisis, y estos lo están porque el cristianismo está en crisis”.
Extraña conclusión. Porque, sin pretenderlo, está diciendo que la culpa de lo que está pasando la tiene el cristianismo. El sistema capitalista, pobrecillo él, no tiene responsabilidad alguna en los desaguisados económicos que acontecen en la rúa y en la casa del proletariado. A no ser que cristianismo y capitalismo sean la misma cosa deleznable. Bonito cromo. El sistema capitalista entra en crisis, porque la gente comienza a perder la fe en Nuestro Señor Jesucristo. ¡Si Keynes levantara el cerebelo!
Ya que la crisis económica es producto de una crisis en picado del cristianismo, se me ocurre que todo se solucionaría si la sociedad se convirtiera al unísono democrático al budismo o al sintoísmo. Si el cristianismo está en bancarrota y no es capaz de solucionar los problemas de gamberrismo ético que produce el capital, acabemos de una vez con él: convirtámonos todos a Alá, y santas Pascuas. A Alá, o a Buda. ¡Qué más da si al final se resuelve la crisis económica que es lo que importa superar!
Nada más iniciarse el año, el papa Ratzinger, en el rezo tradicional del Ángelus dominical, afirmaría que “gracias a Dios la esperanza no se basa en pronósticos improbables ni en previsiones económicas. Nosotros confiamos que Jesús reveló de un modo definitivo su voluntad de estar con el hombre y de compartir su historia para guiarnos a todos a su Reino de amor y vida."
Si todo depende de la voluntad de Dios, y nada de los manirrotos y torpes economistas y del sistema productivo, está claro, también, que la economía de Dios es una economía que se ha mostrado más inútil aún para solucionar la crisis moral que nos invade.
Claro que, si es como dice el Papa, uno se preguntaría para qué estudiará la gente Ciencias Económicas y Empresariales. Pues la esperanza de que se acabe el paro, suba la renta básica, desaparezcan las hipotecas y el impuesto de sucesiones, y así por el estilo, no depende de análisis micro o macroeconómicos, sino de que confiemos en la voluntad del Altísimo.
En este sentido, los economistas deberían acompañar su currículum con una asignatura denominada Teología Económica. En ella aprenderían que la economía de un país para que vaya bien o mal no depende de sus tradicionales sectores o su tejido industrial, agrícola o de servicios, investigación y telecomunicaciones, sino de la fe que muestre la sociedad en la Providencia. Un tratado de economía sin fe es un tratado inservible. Da lo mismo cualquier programa económico de recuperación o de mantenimiento del país en su déficit o en su superávit. Si Dios ha decidido que un país se precipite por la torrentera de la más grasienta recesión económica, así será. Por tanto, lo que el economista debería estudiar, más que sesudos tratados de explotación empresarial, son los deseos económicos de la Providencia. Y como ya es sabido que para su interpretación es necesaria la intervención de la obispada, los economistas deberían mantener regulares encuentros con los representantes de Dios aquí en la tierra: obispos, cardenales y papa. Pues ya es sabido que estas lumbreras son tan sagaces que saben todo lo que piensa y desea Dios para nuestro bien.
El autista cardenal arzobispo de Madrid sostendría que “las relaciones entre la crisis económica y la crisis del derecho a la vida son intrínsecas”. Hay crisis económica, porque existe una crisis moral en todos los órdenes.
Es notable que Rouco sostenga en plan interdisciplinar, lo que ya es decir tratándose de un cardenal, que "existe una interrelación entre los elementos financieros y económico, bioéticos y culturales que configuran la actual crisis”. Por elementos que no falte. No es la primera vez que una batalla se pierde por culpa de ellos. Lo que resulta extraño es que habiendo tantos elementos azuzando la crisis, incluidos los financieros y económicos, afirme este cardenal que la razón última que explica esta crisis es “el fracaso del modelo del superhombre como el salvador único de los problemas de la sociedad y el mundo".
La culpa de esta crisis radica en "ese mito del superhombre que animó con tanto éxito histórico el pensamiento y la cultura del siglo pasado” y que ha vuelto con nuevas formas. Este superhombre, que el escritor talibán De Prada llama “el Anticristo”, parece volver a aparecer en el umbral del tercer milenio, “con la ciencia empírica como última instancia de la vida y del comportamiento humano capaz de garantizar la felicidad y el bienestar de los ciudadanos del mundo, sin necesidad de una razón trascendente y moral fundada en el mandamiento inequívoco del amor, que clarifique y dignifique el uso de la libertad".
Lo que arrojaría una conclusión bien consoladora para los obispos: la crisis económica sólo debería afectar a los ateos, a los depravados y a la gente muy mala.
Porque, una crisis económica así, en la que lo más sobresaliente es la falta de amor a Jesucristo, ¿tendría que haber pasado de largo sin hacer mella en los verdaderos creyentes, como Berlusconi, no?
Leer aquí: http://www.nuevatribuna.es/noticia/38541/OPINI%C3%93N/hubiera-ganado.html
Opinión
Crisis económica, crisis moral
Publicado 17/08/2010
Víctor Moreno, Escritor y profesor
Si todo depende de la voluntad de Dios, y nada de los manirrotos y torpes economistas y del sistema productivo, está claro, también, que la economía de Dios es una economía que se ha mostrado más inútil aún para solucionar la crisis moral que nos invade.
El teólogo anglicano Eliseu Vila, economista por más señas, sostenía que la crisis económica, que sigue anegando el bolsillo de los pobres en este comienzo de milenio, se debe a una crisis espiritual de valores. Según este visionario, “cuando eliminamos a Dios de la escena, desaparecen los referentes morales, se debilitan los absolutos, se entra en el relativismo, prima la codicia personal, y el sistema económico se colapsa. La economía está en crisis porque el sistema de valores está en crisis, y estos lo están porque el cristianismo está en crisis”.
Extraña conclusión. Porque, sin pretenderlo, está diciendo que la culpa de lo que está pasando la tiene el cristianismo. El sistema capitalista, pobrecillo él, no tiene responsabilidad alguna en los desaguisados económicos que acontecen en la rúa y en la casa del proletariado. A no ser que cristianismo y capitalismo sean la misma cosa deleznable. Bonito cromo. El sistema capitalista entra en crisis, porque la gente comienza a perder la fe en Nuestro Señor Jesucristo. ¡Si Keynes levantara el cerebelo!
Ya que la crisis económica es producto de una crisis en picado del cristianismo, se me ocurre que todo se solucionaría si la sociedad se convirtiera al unísono democrático al budismo o al sintoísmo. Si el cristianismo está en bancarrota y no es capaz de solucionar los problemas de gamberrismo ético que produce el capital, acabemos de una vez con él: convirtámonos todos a Alá, y santas Pascuas. A Alá, o a Buda. ¡Qué más da si al final se resuelve la crisis económica que es lo que importa superar!
Nada más iniciarse el año, el papa Ratzinger, en el rezo tradicional del Ángelus dominical, afirmaría que “gracias a Dios la esperanza no se basa en pronósticos improbables ni en previsiones económicas. Nosotros confiamos que Jesús reveló de un modo definitivo su voluntad de estar con el hombre y de compartir su historia para guiarnos a todos a su Reino de amor y vida."
Si todo depende de la voluntad de Dios, y nada de los manirrotos y torpes economistas y del sistema productivo, está claro, también, que la economía de Dios es una economía que se ha mostrado más inútil aún para solucionar la crisis moral que nos invade.
Claro que, si es como dice el Papa, uno se preguntaría para qué estudiará la gente Ciencias Económicas y Empresariales. Pues la esperanza de que se acabe el paro, suba la renta básica, desaparezcan las hipotecas y el impuesto de sucesiones, y así por el estilo, no depende de análisis micro o macroeconómicos, sino de que confiemos en la voluntad del Altísimo.
En este sentido, los economistas deberían acompañar su currículum con una asignatura denominada Teología Económica. En ella aprenderían que la economía de un país para que vaya bien o mal no depende de sus tradicionales sectores o su tejido industrial, agrícola o de servicios, investigación y telecomunicaciones, sino de la fe que muestre la sociedad en la Providencia. Un tratado de economía sin fe es un tratado inservible. Da lo mismo cualquier programa económico de recuperación o de mantenimiento del país en su déficit o en su superávit. Si Dios ha decidido que un país se precipite por la torrentera de la más grasienta recesión económica, así será. Por tanto, lo que el economista debería estudiar, más que sesudos tratados de explotación empresarial, son los deseos económicos de la Providencia. Y como ya es sabido que para su interpretación es necesaria la intervención de la obispada, los economistas deberían mantener regulares encuentros con los representantes de Dios aquí en la tierra: obispos, cardenales y papa. Pues ya es sabido que estas lumbreras son tan sagaces que saben todo lo que piensa y desea Dios para nuestro bien.
El autista cardenal arzobispo de Madrid sostendría que “las relaciones entre la crisis económica y la crisis del derecho a la vida son intrínsecas”. Hay crisis económica, porque existe una crisis moral en todos los órdenes.
Es notable que Rouco sostenga en plan interdisciplinar, lo que ya es decir tratándose de un cardenal, que "existe una interrelación entre los elementos financieros y económico, bioéticos y culturales que configuran la actual crisis”. Por elementos que no falte. No es la primera vez que una batalla se pierde por culpa de ellos. Lo que resulta extraño es que habiendo tantos elementos azuzando la crisis, incluidos los financieros y económicos, afirme este cardenal que la razón última que explica esta crisis es “el fracaso del modelo del superhombre como el salvador único de los problemas de la sociedad y el mundo".
La culpa de esta crisis radica en "ese mito del superhombre que animó con tanto éxito histórico el pensamiento y la cultura del siglo pasado” y que ha vuelto con nuevas formas. Este superhombre, que el escritor talibán De Prada llama “el Anticristo”, parece volver a aparecer en el umbral del tercer milenio, “con la ciencia empírica como última instancia de la vida y del comportamiento humano capaz de garantizar la felicidad y el bienestar de los ciudadanos del mundo, sin necesidad de una razón trascendente y moral fundada en el mandamiento inequívoco del amor, que clarifique y dignifique el uso de la libertad".
Lo que arrojaría una conclusión bien consoladora para los obispos: la crisis económica sólo debería afectar a los ateos, a los depravados y a la gente muy mala.
Porque, una crisis económica así, en la que lo más sobresaliente es la falta de amor a Jesucristo, ¿tendría que haber pasado de largo sin hacer mella en los verdaderos creyentes, como Berlusconi, no?
Leer aquí: http://www.nuevatribuna.es/noticia/38541/OPINI%C3%93N/hubiera-ganado.html
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